Este espacio protegido está ubicado en pleno corazón de la Cordillera Central, en la estribación oriental de la Sierra de Gredos, en la vertiente derecha del río Alberche y de la cuenca de alimentación del embalse de Burguillo. Su superficie suma 8.828 hectáreas, que se reparten entre los términos municipales de El Barraco, El Tiemblo, Navaluenga y San Juan de la Nava.
Alberga esta reserva el área de nidificación del buitre negro más importante de nuestra Comunidad, localizándose en el límite septentrional del área de distribución de esta especie. Al valor que para la conservación del buitre negro tiene este espacio, se añaden los valores de otras especies de la fauna, entre la que destaca la presencia del águila imperial; así como de la flora, con importantes endemismos y formaciones vegetales de especies notables como el tejo, acebo, pinos cascalbos centenarios, olmos de montaña, castañares, etc.
El Valle de Iruelas forma parte de un relieve típicamente germánico, donde la reactivación de las fallas ha provocado su compartimentación en horst, el de Gredos Oriental, y grabens, el del río Alberche.
Junto a ellos varios son los elementos orográficos que se pueden destacar:
Una de las características de este entorno son las cuencas de recepción torrencial, localizadas a partir de la línea de cumbres. Recogen el agua de las precipitaciones y dan origen a torrentes y gargantas en las que la erosión lineal es más importante que la areolar, creando pequeños valles en forma de V. El fondo de los barrancos, torrentes y arroyos están recubiertos por depósitos aluviales.
Este Espacio Natural, pese a sus reducidas dimensiones, se caracteriza por lo intrincado de su orografía, lo que propicia una considerable gama de orientaciones y exposiciones que posibilitan ciertos microclimas capaces de acoger una variada vegetación que contrasta con las cumbres y los pequeños neveros.
En la conformación actual de este paisaje intervienen diferentes factores:
Estas variables posibilitan un tapiz vegetal con diversas exigencias, hasta un total de más de 600 especies y subespecies vegetales. Los incendios forestales, la ganadería y la tala secular de quercíneas han modificado la cubierta vegetal del Espacio Natural, favoreciendo la extensión del matorral, a base de cambrón (Echinospartum barnadesii), piorno serrano (Cytisus purgans), enebro rastrero (Juniperus alpina), escobonales (Genista florida), jara pringosa (Cistus ladanifer), piorno florido (Cytisus multiflorus), etc.
Las formaciones boscosas potenciales que albergaría el valle estarían formadas por bosques de rebollo y encinares, acompañados de pinares de pino silvestre, resinero, laricio y masas mixtas de frondosas y coníferas. Hoy los pinares, especialmente de pino resinero, ocupan gran parte de la superficie forestal del valle, ya que se han visto favorecidos de forma secular para potenciar los aprovechamientos de resina y madera. Son espectaculares los magníficos ejemplares de pino silvestre y laricio, restos posiblemente de masas en el borde occidental de su área de expansión natural.
Los encinares del piso mesomediterráneo se han visto reducidos a pinares y enebrales, con presencia de olivillas, cornicabras y madroños. Los barrancos se cubren de saucedas y rodales de abedules por encima de los 1.400 metros, y por debajo de esa cota aparecen alisedas, acompañadas de fresnos, sauces, cerezos, avellanos y olmos de montaña.
Como muestra de la gran riqueza faunística de este espacio basta señalar que son 235 las especies de vertebrados catalogados, de ellas 146 son aves, amén de un sinnúmero de invertebrados.
El 90% de la fauna goza de alguna figura de protección que afecta a 210 especies, de las cuales 62 están protegidas, 147 estrictamente protegidas y 1 en peligro de extinción.
Podemos destacar como especies más notables el lagarto verdinegro, la lagartija serrana, el desmán ibérico, la ratilla nival, el gato montés, buitre leonado, bisbita ribereño alpino, picogordo, colirrojo real, pechiazul, gorrión moruno, paloma torcaz, y especialmente el buitre negro y el águila imperial ibérica.
La tranquilidad de estos valles, junto con la presencia de pinos centenarios hacen posible el asentamiento de uno de los cinco núcleos de reproducción más importantes de buitre negro en Europa. La reciente evolución de la población nos muestra un ascenso espectacular, habiéndose pasado de unas 20 parejas nidificantes en 1977 hasta las más de 100 que se vienen contabilizando en los últimos censos.
De las 175 parejas de águila imperial que quedan en el mundo, al menos 2 crían en este valle, a las que se unen algunos ejemplares divagantes.
Los primeros asentamientos conocidos en la comarca datan de la Edad del Hierro, castros celtibéricos fortificados con dedicación ganadera; de ellos nos quedan las esculturas de cuatro verracos junto a la Cañada Real Leonesa Oriental en El Tiemblo.
Tras la colonización romana, los visigodos dan testimonio de su paso con dos necrópolis, en la Dehesa de Valdesanmartín (El Tiemblo) y en el Cerrillo de San Marcos (Navaluenga).
Restos de acequias y sistemas de riego son señales de la cultura árabe en el valle, así como parte de su toponimia, Alberche deriva de Al-Birka (estanque).
Tras la repoblación de estas tierras en la Alta Edad Media, la Mesta termina por definir el carácter ganadero de la zona que explica el paisaje actual.
Dentro del Espacio Natural encontramos dos poblados, Las Cruceras y La Rinconada, cuyo origen está ligado a un recurso económico que tuvo su esplendor entre 1936 y 1975, la resina; este producto exudaba lentamente de las heridas practicadas en las cortezas de los pinos, se recogía en barriles y se bajaba en mulas hasta la destilería de Las Cruceras, donde vivieron hasta 50 familias dedicadas a la explotación de la miera. La demanda de mano de obra y la dedicación exclusiva de los resinadores favoreció a los pueblos de Casillas y La Rinconada, los más próximos al valle. Otros recursos tradicionales del monte son la madera, la leña, los pastos para el ganado, la caza y la pesca, la miel, los hongos, etc., que se mantienen actualmente. Al aserradero de Las Cruceras llegaba toda la madera cortada en el valle hasta 1990.
Los valles se dedicaron desde tiempos remotos a pastos; hoy encontramos un paisaje cuarteado por las tapias de piedra de mampuesto seco que cierran los prados de siega. Con la Mesta se desarrolla intensamente la ganadería en la comarca, gozando de fama estos agostaderos entre los pastores trashumantes que bajaban sus ganados desde Castilla. Hoy, la vaca negra avileña es la protagonista del sector por su excepcional carne.
Estos pueblos conservan muestras de su pujanza pasada, como la iglesia de El Barraco (siglo XV-XVI) o su casa consistorial; la iglesia, el rollo y la ermita de Nuestra Señora de la Misericordia en San Juan de la Nava; la ermita barroca de San Antonio de Padua y el monasterio de los Jerónimos en El Tiemblo; y el Crucero de San Marcos (visigodo), el puente románico y la iglesia de Nuestra Señora de los Villares en Navaluenga.
Aprovechando las antiguas instalaciones destinadas a la explotación de la resina y de la madera del valle, en el poblado de Las Cruceras se han rehabilitado varios edificios para albergar la casa de la Reserva (+34 918 627 623). El proyecto ha mantenido la estructura y volúmenes existentes, conservando el aire industrial de las instalaciones.