Hace millones de años, grandes bloques de roca caliza que emergieron del fondo del mar se plegaron y se superpusieron; desde entonces, el agua ha ido modelando las zonas más solubles de esas moles creando gargantas y rajando los escarpes transversalmente, hasta tallar las siete conchas del valle que hoy vemos.
De este paisaje nos llama la atención la frondosidad de sus bosques y los pocos ríos que discurren en superficie; esto es característico de zonas calizas, donde gran parte del agua de lluvia se filtra en el suelo por pequeñas fisuras. Uno de ellos, el Guareña, desaparece ante nosotros en Cueva; el río comienza un recorrido espectacular bajo nuestros pies, atravesando otro paisaje -el subterráneo- muy frágil y vulnerable.
El Complejo Kárstico de Ojo Guareña es la mayor red de galerías de España y uno de los más importantes de Europa. Alberga fauna cavernícola de gran interés y especies de invertebrados catalogadas recientemente, únicas en el mundo. También hay vestigios de pobladores prehistóricos como los de la Cueva de Palomera (en especial la Galería de las Huellas) así como sus obras de arte: Sala de las Pinturas y Cueva de Kaite.
Ojo Guareña es el nombre que recibe tradicionalmente el sumidero -el ojo- en el que desaparece el río Guareña para internarse en el complejo de galerías que discurren bajo superficie.
En la Era Secundaria, el fino sedimento depositado a lo largo de millones de años en el fondo de un mar arcaico que cubrió toda la cornisa cantábrica, se compacta y endurece por efecto de la presión. Los movimientos internos de la corteza terrestre deforman y sacan a la superficie este material con una inclinación característica de sus capas, en cuesta hacia el Cantábrico; inclinación que se aprecia muy bien en una foto aérea o desde un punto elevado, como el Alto de Bedón.
Los agentes erosivos, especialmente el agua, han tallado los valles, han suavizado los escarpes y han disuelto simas y galerías por las que discurren ríos subterráneos. El Complejo Karstico de Ojo Guareña muestra perfectamente la evolución en altura de la red fluvial del valle, en superficie hace miles de años (primera boca del Guareña) hasta llegar al sexto nivel, el actual, 150 metros por debajo del primero.
Encontramos una vegetación muy diversa, con especies atlánticas y mediterráneas en plena franja de transición climática de la Península Ibérica:
Un tesoro que esconde el oscuro mundo subterráneo de Sotoscueva es su fauna cavernícola, especies adaptadas a este hábitat y muy sensibles a los cambios en el mismo; alguno de estos invertebrados son únicos, por lo que la Consejería de Medio Ambiente y el CSIC desarrollan desde hace unos años un programa de investigación con el fin de conocer un poco mejor a estos peculiares organismos. Un anfípodo que vive en nuestras cuevas es el Pseudoniphargus burgensis, que mide menos de 5 milímetros.
Aparte de estos curiosos invertebrados y de las poblaciones de murciélagos, inquilinos todos de las cuevas, Ojo Guareña cuenta con un buen número de aves: rapaces asociadas a los cantiles o pajarillos de todo tipo adaptados al sotobosque, como las currucas capirotadas, a los setos y a los prados en el valle. Os recomendamos unos prismáticos si pensáis dar un paseo.
Con el abandono rural y la reducción de la presión humana en los montes, comenzó la recuperación de la vegetación forestal; estas pujantes y densas matas de encinar y rebollos -principalmente- dan refugio y alimento a dos mamíferos que hasta hace unas décadas eran escasos e incluso inexistentes en muchas zonas: hablamos del jabalí y del corzo, especies en franca expansión.
Los pueblos de la zona, organizados en merindades, conservan verdaderos tesoros, como la necrópolis de Villabáscones, la iglesia románica de Butrera o las pinturas de la ermita semirupestre de San Tirso y San Bernabé.
Encontraremos arquitectura indiana y grandes casas solariegas con balconadas y galerías; un paseo por sus calles tiene su recompensa, tal vez nos hablen del ferrocarril minero o nos cuenten alguna leyenda.
La relación entre las grutas y el hombre se remonta al Paleolítico y se ha mantenido hasta nuestros días, prueba de ello son los diferentes elementos arqueológicos que guarda el complejo o que la fiesta más popular de la comarca, la Romería de San Bernabé en junio, se celebra en la ermita del mismo nombre, construida en una cueva allá por la Edad Media.
La ganadería, recurso tradicional de la comarca, ha modelado el paisaje, pastos de diente en el monte y frescos prados de siega, cercados, en el valle; el carboneo fue otra actividad que modificó este paisaje, gran parte de los bosques fueron transformados en el carbón vegetal que alimentaría las ferrerías vascas de la era industrial.
Localizada en el valle por el que se sume el río Guareña, el enclave paisajístico e histórico más emblemático de la zona, es una ermita-cueva en la que actualmente se realizan visitas guiadas a través de un itinerario acondicionado para todo tipo de público de aproximadamente 400 metros y 30 minutos de duración.
Ubicada en las antiguas escuelas de Quintanilla del Rebollar (+34 947 138 614), el edificio, en ruinas, se rehabilitó manteniendo el aspecto exterior original.