Ubicado en el extremo suroccidental de la provincia de León, donde confluyen la Sierra de Mina y la Sierra de La Cabrera, su origen y configuración geomorfológica responden al más clásico de los modelos de la erosión glaciar; con una superficie de aproximadamente 731 hectáreas, el lago aparece rodeado de un perfecto circo glaciar, que a su vez está rematado por las altas cumbres (sobrepasan los 2.000 metros de altura) de Peña Trevinca y Peña Surbia.
Se alcanza la orilla del lago de La Baña caminando desde la pequeña y aislada aldea de La Baña, localidad que mantiene en pie un interesante conjunto de arquitectura popular.
La singularidad geomorfológica de este Monumento es consecuencia del plegamiento Herciniano y su posterior reajuste alpino que afectó a toda la Sierra de La Cabrera, con distintas consecuencias morfológicas según fuera su sector meridional o septentrional en función de sus distintos materiales.
Así, en este sector Norte, el armazón de la Sierra a base de pizarras y cuarcitas provocó que la fisonomía de ésta sea aserrada y dentada, debido también a que la erosión fluvial motivada por un nivel de base muy bajo, permitiese que el Miño erosionase intensamente la vieja penillanura, creando valles en U con elevada diferencia de cota; la diferencia de nivel entre las alturas de la penillanura (Peña Trevinca 2.127 metros) y el Lago de La Baña (1.380 metros) es de más de 700 metros.
Junto a ello, los efectos del glaciarismo cuaternario dejaron aquí su huella, un circo perfecto, las superficies pulimentadas y rocas aborregadas, y sobre todo la gran morrena terminal que envuelve a modo de arco la cuenca del anfiteatro, constituida por grandes losas pizarrosas y bloques angulosos, hasta de 30 metros, que presenta un muy buen estado de conservación gracias a que el desagüe del lago se produce subterráneamente por debajo de dicha morrena, siendo casi nulo el fenómeno de la ablación y que sirve para cerrar este lago en el que tiene sus fuentes uno de los más importantes afluentes del Sil, el río Cabrera.
Hay que destacar la particularidad de la existencia en el valle de tres barras que le cierran completamente, teniendo su origen en el glaciar primitivo.
Posee dos unidades lacustres, el Lago, de escasa profundidad y superficie aproximada de 731 hectáreas, antiguamente debió ocupar todo el fondo del circo, pues éste se encuentra en gran parte cegado por sedimentos que constituyen hoy algunas praderas; la Laguna, situada aguas abajo del Lago, alimentándose del desagüe del Lago, de escasa superficie.
Hay que destacar la profunda degradación que el hombre ha llevado a cabo sobre toda la Sierra de La Cabrera, no escapando a ella este Espacio. El rebollo, que representa la vegetación clímax es una excepción al común denominador de la degradación, a veces protegida en forma rastrera entre los pedregales.
Con todo, este Monumento Natural presenta botánicamente un interés especial, al tratarse de un enclave de la serie supra-mediterránea orensano-sanabriense de abedul.
La parte occidental del Lago es un denso bosquete de abedules adultos mezclados con tejos, acebos, rebollos, serbales, arándanos, retamas y brezo (Erica australis). En su extremo meridional el bosquete se hace más laxo, con presencia de especies pascícolas y entre ellas los helechos (Pteridium aquilinum) y en las partes más encharcadas y ácidas la Genista falcata y la Erica australis entre otras.
Desde el punto de vista faunístico el Espacio adquiere también gran importancia, destacar la presencia de especies cinegéticas como el corzo, conejo, liebre, perdiz.
Las rapaces abundan en la Sierra de La Cabrera, no estando ausentes aquí el ratonero común, águila perdicera, culebrera y real, azor, etc.
Entre los carnívoros se ha detectado la presencia de lobo ibérico, zorro, gato montés, nutria, garduña, etc.
En los alrededores del Lago son abundantes los anfibios como la salamandra común, los tritones jaspeado, ibérico, alpino y palmeado; es frecuente ver al sapo común, sapo corredor, la rana de San Antonio, citándose en alguna ocasión las ranas patilarga, bermeja y común.
Tampoco se puede obviar la abundancia de reptiles como las lagartijas serrana y roquera, lagartos como el ocelado, verdinegro o culebras como la bastarda, la de collar y la víbora de Seoane.
Finalmente, en estas aguas frías y sin contaminar es abundante la trucha común.
La Cabrera ha estado poblada desde antiguo; los primeros restos encontrados se corresponden con poblados astures, posteriormente arrasados en las guerras cántabras. De la época romana quedan restos y citas de numerosos castros, algunos fundados en el entorno de las explotaciones auríferas; asociado a éstas se desarrolló una extensa red de canales que conducía el agua necesaria hacia las minas para su explotación; en las inmediaciones del Puerto de Peñaguda tenemos un magnífico ejemplo de una estas canalizaciones.
La Sierra de La Cabrera debido a su situación de encrucijada montañosa entre Galicia y la Meseta, alejada de las principales vías de comunicación, ha mantenido un aislamiento secular que como contrapartida ha permitido la pervivencia de ancestrales costumbres y tradiciones, un dialecto del habla leonesa, el cabreirés, y en definitiva un rico patrimonio cultural que le da una fuerte personalidad a esta comarca serrana.
Muy interesantes son las manifestaciones de arquitectura rural que tienen en la vivienda tradicional su mejor exponente, pequeña, en general de dos plantas, la inferior con la cuadra y almacén, y la superior con la vivienda a la que se accede por una escalera exterior de madera a través de un corredor entablado. Los muros de piedra que sustentan cubiertas con estructura de madera que cubrían en su mayoría con cuelmos de centeno o llousas de pizarra. Construcciones auxiliares de gran atractivo son también los pajares, molinos como el de Trabazos y palomares como los existentes en Nogar. En cuanto a la arquitectura civil y religiosa sobresalen elementos como el puente medieval de Truchas y la iglesia de La Baña.