El Parque Natural de Arribes del Duero ocupa una estrecha franja de algo más de 1.000 kilómetros cuadrados de superficie que se extiende a lo largo del límite occidental de Zamora y Salamanca (106.105 hectáreas), allí donde ambas provincias delimitan la frontera entre España y Portugal.
Se trata de un territorio de gran belleza y valor paisajístico, de enormes contrastes entre la penillanura y los/las Arribes configurados por el profundo encajamiento del río Duero y sus afluentes.
Este Espacio Natural se caracteriza por su peculiar topografía que corresponde con un valle encajado resguardado de los vientos y con mucha insolación, configurando un microclima característico que permite la presencia de una rica comunidad vegetal. Los cortados que alcanzan hasta los 400 metros de desnivel y las formaciones de roquedos constituyen el hábitat del grupo faunístico más relevante del Parque Natural, las aves.
Los cañones que constituyen el tramo internacional del río Duero, a lo largo de casi 100 kilómetros, son los que crean el paisaje más singular, manteniendo continuidad en los arribes excavados por los tramos finales de los distintos afluentes (Esla, Tormes, Uces, Huebra, Camaces y Águeda) que el gran río Duero va recibiendo de norte a sur.
La geomorfología es una de las principales señas de identidad de este territorio; el paisaje queda caracterizado por una suave penillanura evolucionada en la que la erosión ha permitido el afloramiento de los materiales más antiguos de la Península, más de 350 millones de años, de origen paleozoico y de naturaleza fundamentalmente granítica.
En ella, los ríos, mediante su acción erosiva, han ido generando profundos valles sobre paredes escarpadas con desniveles superiores a los 200 metros, hasta conformar los arribes, arribas o arribanzos, valles fluviales encajados con un total de casi 180 kilómetros de recorrido.
La singularidad topográfica del Parque Natural de Arribes propicia la existencia de una diversidad vegetal caracterizada por la gran abundancia de especies típicamente mediterráneas y donde antaño eran abundantes cultivos inusuales en estas latitudes, como olivos, vides, almendros y otros frutales.
En la penillanura, entre los 500 a los 700 metros de altitud, existen básicamente dos tipos de formaciones: los rebollares en ambientes más húmedos y los encinares, que los sustituyen en zona menos lluviosas.
El aprovechamiento ganadero ha transformado en muchos casos la estructura original de las masas arbóreas locales hasta conformar las actuales dehesas; pese a la reducción botánica que haya podido suponer esta actividad, se conservan un mínimo de 106 especies que están asociadas al roquedo y las praderas circundantes de sustrato ácido.
En la pradera y pastizales son muy llamativos los narcisos de los que en el Parque se encuentran 6 especies, así como las dedaleras (Digitalis thapsi y D. purpurea).
Asociadas a los cañones existe un buen número de especies como la cornicabra, el madroño, la olivilla, el arce de Montpellier, el zumaque, el durillo, el rusco, el torvisco y las diferentes madreselvas.
Arribes del Duero posee una extraordinaria riqueza faunística representada en todos los grupos zoológicos, siendo los vertebrados los mejor conocidos con más de 300 especies; entre las aves, que superan las 200 especies, destacan las grandes aves rupícolas.
Especial mención merecen la cigüeña negra, cuya protección requiere la conservación de sus territorios de cría e invernada; así como, el águila perdicera, la rapaz más amenazada de Castilla y León, que encuentra en los Arribes su refugio.
Otras especies como el alimoche poseen aquí una de las mejores poblaciones de toda España; también ligada a los farallones rocosos existe una buena población de buitre común y águila real, así como halcón peregrino y búho real.
Entre las aves esteparias, la esquiva alondra ricotí o alondra de Dupont posee el núcleo reproductor conocido más occidental de la Península Ibérica.
La fuerte insolación favorece la presencia de reptiles con más de 18 especies, entre las que destaca el lagarto ocelado y la lagartija colilarga.
Es significativa la presencia de gineta, la abundancia de jabalíes y el paso esporádico de corzos.
Entre los peces, más de 20 especies, abundan los ciprínidos como barbos, bogas y bermejuelas.
La realidad geológica de la comarca determina el paisaje natural y el cultural, en especial la tipología constructiva, que encuentra en el granito el material básico de su arquitectura popular.
En los pueblos, la vivienda posee diferentes modelos de fachadas y portaladas, generando un buen número de variantes arquitectónicas; elementos singulares son las cortinas o paredes de piedra como cerramiento de fincas y huertos, los bancales o terrazas de cultivos, los puentes, fuentes, pozos con cigüeñales y norias que aprovechan el agua que discurre por doquier y los potros de herrar.
La ganadería fue y aún hoy es en gran medida, la base de la economía local; la agricultura, antaño importante, se circunscribe actualmente a pequeñas explotaciones en el entorno de los pueblos.
Entre los edificios auxiliares que encontraremos en estos pueblos citaremos los corrales o casales para guardar el ganado; los chozos, casetas o guardaviñas para guarecerse en los días de mal tiempo, los molinos harineros presentes en casi todas las riberas que cruzan el Parque, además de batanes, pontoneras, palomares, hornos, tejares, fraguas, lagares, almazaras, bodegas y alquitaras, en las que se destilaba el aguardiente.
El rico patrimonio histórico que conserva este Parque es fruto del paso de diferentes culturas: los celtas dejaron un gran numero de castros en las proximidades del arribanzo, y la dominación romana también se hace patente por los restos de calzadas y estelas funerarias; posteriormente, hubo invasiones e incursiones de visigodos y musulmanes hasta llegar a la cristiandad, donde los elementos más representativos son las ermitas e iglesias de los siglos X y XI bajo el reino castellano-leonés.